sábado, 18 de julio de 2009

Relevancias


El asunto no era poca cosa.

Había cumplido su relevante misión durante miles de millones de años, sin siquiera saber quién se la había asignado. Para él, eso no era importante.

Durante todo ese tiempo, mantuvo orgullosamente girando en su ámbito a casi una decena de planetas, en dos de los cuales, gracias a su moderada y constante aportación de benigna energía, logró generar vida sustentable, y en uno de ellos, seres presuntamente inteligentes.

Para ello había fusionado miles de billones de átomos de hidrógeno que implicaban un enorme desgaste en sus interiores. Pero era un ente serio y responsable, que alguna vez, en un desborde de optimismo existencial, había creído que así sería todo para siempre.

Hoy, sin embargo, estaba derrotado, invadido de un pesimismo existencial insuperable.

Su compromiso con el universo de amanecer cada día, estaba a punto de ser revocado, pues no encontraba ya razones para ello: los seres que habitaban el planeta azul y verde adoraban ahora a uno de ellos mismos, a alguien que les dijo con increíble arrogancia y sin más lógica que la amenaza eterna de un infierno inexistente para quien no le creyese, que era el hijo de Dios, el Mesías.

Fue entonces que el Sol, con enormes lágrimas de fuego, decidió extinguirse.