
Era un excelente perdedor, además de paciente e inteligente.
Sabía que hacía no muchos eones había sido sorprendido de manera increíble por un novato que incomprensiblemente le había arrebatado el planeta Tierra, y con él, por cuestiones cósmicas, al Universo entero.
Sin embargo –y eso estaba clarísimo- el Tiempo estaba de su lado.
Todo estaba listo para revertir la situación a su favor: la Entropía, el Destino, las Tinieblas, el Infinito y muchos otras relevantes criaturas celestiales lo apoyaban, pero, sobre todo, ahí estaba su mejor aliado: el insignificante y pernicioso ser humano, cuya creación había sido el mayor error cometido por su enemigo en aquel complicado ajedrez cosmogónico.
Bastaba ver cómo los hombres arruinaban su propio planeta; cómo congestionaban los espacios; como llenaban de basura los campos, ríos y mares; como aniquilaban a las bellas bestias con las que compartían el mundo; como arrasaban con bosques y selvas.
Tarde o temprano, Dios habría de desesperarse y rendirse. No sería la primera vez.
En ese momento, él, el poderoso Caos, retomaría, por el bien de todos, las riendas del Universo.
3 comentarios:
Si no retomó las riendas ya, lo disimula muy bien. Interesante, ingenioso e ilustrativo relato sobre el Caos reinante. Un gustazo leerte.
Lo había leído en otro foro y me sigue pareciendo sorprendente.
Un beso.
Dharma:
Bienvenida a mi blog.
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