
Rodeado de sólido cráneo por todos lados, y agravado por una maraña de neuronas mediocres que no sirven más que para recordarme cuán estrechos son mis límites mentales, mi cerebro desespera por la impotencia de generar ideas y soluciones que me permitan trascender a otras dimensiones de razonamiento.
Es por eso que hoy he decidido reconocer humildemente ante el mundo que mi perro es mejor que yo para jugar al ajedrez.
1 comentario:
No es fácil, más cuando el perro nos supera, Legendario amigo. Simpático micro. Un gustazo leerte. Como siempre. Un abrazo.
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