martes, 28 de septiembre de 2010

La mediocridad


Un día la Mediocridad decidió dejar de serlo y renegó de sí misma hasta el cansancio.

Se comprometió a iniciar su propia reconversión, pero decidió posponerla hasta el siguiente lunes.

Pero ese día se levantó tarde y con flojera, al extremo de que dejó las cosas tal como estaban, considerando que la culpa era de las Circunstancias, quienes no le habían permitido salir adelante, y después de eso bostezó y aplaudió su efímero e improductivo esfuerzo.

domingo, 26 de septiembre de 2010

El ojo


Nació ojo, y con muchas ganas de ver.

No era cualquier ojo, porque la Madre Naturaleza le permitió no tener cuerpo ni cerebro que lo condicionasen.

Por lo anterior, ese particular ojo veía todo lo que quería, arriba y abajo, a la derecha y a la izquierda, en cualquier lugar.

Observó en su vida todo lo que quiso, pero un día cometió un enorme error: se volvió curioso y vio lo que no tenía que haber visto.

Fue sorprendido y atrapado por un sujeto a quien había atisbado, y por ello fue inmisericordemente aplastado.

Lo último que vio este ojo fue una indignada suela de zapato que crecía y crecía.

viernes, 24 de septiembre de 2010

La originalidad del borrego líder


El líder de aquella manada de borregos observaba constantemente lo que hacían los líderes de las otras manadas de borregos, para hacer exactamente lo mismo que ellos hacían.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Elías, el cerdo astronauta


Elías era un cerdito regordete y sonriente que había sido seleccionado entre muchos otros para ser el primer astronauta de su especie.

Cuando caminó sobre la superficie de Marte debidamente protegido por un traje diseñado especialmente para él, pasó a formar parte de la historia, por el importante hecho de haber acompañado a los primeros humanos que pisaron el planeta rojo.

Los millones de espectadores que observaron por televisión en vivo los pasos del pequeño cerdo sobre la superficie marciana, no entendían la relevancia del animalito ni las razones de su lejana presencia.

Sin embargo, el regreso de Elías a la Tierra unos meses después, se convirtió en una bienvenida apoteósica por parte de la humanidad. Y su regreso a las instalaciones de la NASA en Houston también fue un evento memorable. Elías estaba feliz por su importancia.

Lo que el cerdito no entendió fue por qué quienes lo revisaban esa tarde con todo tipo de instrumentos, insistían en analizar y tocar sus muslos y su lomo.

Elías tampoco sabía que su recién transcurrido viaje a Marte era parte de un proyecto secreto conocido como experimento OT -siglas de Operación Tocino-, que consistía en confirmar que el jamón y el tocino de los cerdos no se verían afectados por los largos viajes espaciales o por la falta de gravedad fuera de la Tierra.

Esa noche, un grupo de científicos cenó carne de Elías, el cerdo astronauta, en uno de los laboratorios de las instalaciones.

El jamón, el lomo y el tocino de cerdo espacial fueron aprobados oficialmente como alimento para los astronautas de la NASA.

Lo único que quedó del cerdo Elías en aquellas instalaciones, fue un grueso expediente en la oficina del responsable de la alimentación humana en misiones espaciales.

lunes, 6 de septiembre de 2010

El perro que amó a la cucaracha



Eran diferentes en muchos sentidos: en tamaño, en especie, en tipo de piel, en la forma de comunicarse, en su alimentación, en su hábitat, en sus gustos y aficiones.

Pero se flecharon a primera vista. O por lo menos eso supuso el perro. Y ambos decidieron amarse.

Convivieron íntima y apasionadamente tres o cuatro días. En esa interminable brevedad compartieron todo: comida, techo, lecho; se acurrucaron íntimamente hasta extremos inimaginables.

Después, la madre naturaleza hizo que surgiesen las fatales diferencias: la cucaracha murió aplastada en una de tantas revolcadas que aquella inusitada pasión había generado.

El desesperado perro tuvo que ver cómo las hormigas destazaban el cadáver de su amada, llevándoselo a pedazos a su hormiguero: primero una pata, luego una antena, después un ala, luego la otra. Al final no quedó nada de ella, más allá del profundo dolor en el alma del enamorado can.

Un par de días después, el perro descubrió por accidente una ranura en donde se escondía el amante de su querida y difunta amiga: una enorme cucaracha macho muy bien dotado.

Fue entonces que el noble animal se dio cuenta de que todo aquel maravilloso romance no era más que un truco para que la pareja de perniciosos insectos disfrutara de sus deliciosas croquetas de supermercado.

El perro, deprimido hasta los huesos, renegó del amor por siempre.

A partir de entonces, el can desconfió de todo y de todos.

Murió en extrema soledad.

También su cadáver fue transportado a un agujero a pedazos por las hormigas.